El conocimiento directo del Ser

Ya no queda nada por conocer, nada que conseguir mañana. En este mismo momento la libertad está a tu alcance, la conciencia está en ti y puedes descansar en ella, en la infinitud simultánea de la no discriminación, de la no dualidad. Cuando el pensamiento se aquieta surge el verdadero conocimiento, se accede a un grado superior de experiencia directa del conocimiento (vijnana) en el que todo es comprendido a través del contacto con lo real, con lo que es.

En el Yoga Vasishtha leemos: “Aquél que comprende que todo el universo no es realmente sino conciencia y permanece calmado, es protegido por la armadura de Brahman; es feliz”. Esta profunda comprensión no se expresa en palabras, su expresión es el cambio mismo de la conciencia, la revolución del ser traspasado por su experiencia directa con la identidad que verdaderamente le expresa. No se trata de negar la realidad ordinaria, tampoco de aceptarla, no es necesaria ninguna actitud, ninguna elección, solamente se trata de ser, de fundirse, de estar absorbido por lo que quiera que acontezca. Desde esta esencial vivencia del ahora, sin mí ni los otros, pero en mí y en todos, la mente se asienta en su discernimiento (viveka), en su inteligencia (budhi), en la realidad del estado despierto, consciente, de la unidad.

El Buda, en su estado meditativo que le llevó al despertar, se fundió con la respiración, con el espacio ilimitado, con la conciencia ilimitada, con la nada, hasta llegar, tras estas absorciones, al estado perfecto de “ni percepción ni no percepción”. En este estado de ecuaniminidad y vacuidad completa, que ni siquiera ha de llamarse estado -pues está más allá de cualquier modificación- extinguió su conciencia individual en la felicidad suprema, indescriptible, del nirvana.

Dirá Nagarjuna: “Cuando la conciencia ha encontrado y se ha aposentado en su destino, entonces la personalidad psicosomática (nama-rupa, nombre-forma) queda impregnada de ella”. Esta conciencia advertida no hay que buscarla fuera, está en nosotros, es ella realmente quien nos reconoce, desde lo más profundo del corazón, donde el amor no puede borrarlo el olvido y el reencuentro es inevitable, pues todo exiliado busca constantemente su hogar, su origen, hasta que lo encuentra. Como al despertar de un sueño comprendemos que éste no fue real, así, en el despertar a la Conciencia Aboluta, al Sí-mismo, a Brahman, a Dios… comprendemos también que esta vida ha sido una ilusión; y así, en esta realidad, superamos las limitaciones del ego y nos asentamos de nuevo en la conciencia de Brahman, en nuestra conciencia más allá de cualquier restricción, absolutamente embarcada en la libertad del ser.

Ya no hay fronteras, ya no queda nada por conocer. Yo soy lo conocido. Yo soy eso. Yo soy, indago en mí desde Mí, desde el Sí. Esta indagación (atma vichara), de puro contacto real, de puro acercamiento, de puro desvelamiento, no tiene límites posibles, la dicha es Dicha constante e infinita. El conocedor me conoce, y en esa entrega, yo ya no soy el que conoce ni lo conocido, soy eso, el Conocimiento, la Conciencia. Oigamos de nuevo el Yoga Vasishtha: “Meditamos en ese Ser inmutable, nuestra realidad, cuya beatitud surge en la mente a causa del estrecho contacto entre el que ve y lo visto”. Sigamos, pues, meditando. Disolviendo cada vez ese estrecho cerco, hasta fundirnos, completamente, en lo que somos y siempre hemos sido: nosotros mismos.

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