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Mostrando entradas de 2009

Contemplación mística

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Un corazón que ama es un corazón amado, en su entrega la dicha resplandece, el ser se hace uno con la materia amada, con el prodigio de dar respuesta al callado anhelo que respira lo eterno. Y el mundo se hace voz unánime del íntimo sueño, imagen de imagen que reposa en la mirada infinita.

La aspiración al despertar

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Por rebeldía, apagué la luz de mi casa, pero tu cielo me ha sorprendido con sus estrellas. R. Tagore L a desesperanza, el canto del vacío, esa noche oscura donde luchar contra la vida sin mirar a la vida misma, ciegamente, con el dolor a cuestas de la soledad y la insatisfacción, requiere con seguridad de un momento de renovada conciencia, de clara visión de las cosas, no en el tumulto del deseo o de las palabras, sino en el silencio cálido que surge al acercar la vista al corazón siempre naciente. La enseñanza espiritual, ese dharma o ley que nos muestra las cosas tal como son, se esconde a veces entre sombras y trabadas ilusiones, pero no deja de acompañarnos el acontecimiento de la verdad espiritual: aquella que nos llena de eternidad, que supera la limitación mente-cuerpo y se enfoca en el sabor nuevo que todo instante celebra. No hay verdad permanente, la verdad se descubre en cada llamarada de atención a “lo que es”. El dharma siempre es incondicionado, permane

El bello misterio de la meditación

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Tú no eres el reflejo, pero el reflejo eres tú. Maestro Tozan (Hokyo Zan Mai) Ni siquiera la forma que observamos de nosotros, tan íntima como hermosa, es el reflejo completo de lo que somos. Mucho más supone lo que nos brinda la realidad interior. Tanto, que captar apenas en algo su intensidad nos eleva al momento sin tiempo, sin mácula, del despertar. Todo lo observado es lo que somos. Y esa aprehensión se trasluce en el desapego hacia el fenómeno maravilloso. Mucho más es lo que brinda vivir en la estela del estar siendo, sin nada que tomar como nuestro y, en consecuencia, sin nada que nos cueste dejar. La meditación por ello, es indescriptible, porque en ella hay un nacimiento constante, donde la admiración del descubrimiento propio, de la grandeza del corazón que se deslumbra y emociona con el ser que le respira, y la fluidez de esta respiración que se deja ir y no se aferra a engrandecer o ilusionar lo vivido, forman la simbiosis de una perfección entregada al instante que, go

El ser no condicionado

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Ni tiempo, ni espacio, ni movimiento… He ahí la naturaleza del ser no condicionado. Sin nombre, ni forma, sin sueños ni divisiones del nombre ni de la forma. Sin reposo ni urgencia, inconmovible y activo, fijo y suspendido, en todo sujeto y a nada preso, como una ola del mar, apasionada en su extinción. He ahí la naturaleza del ser no condicionado. Tenso en el reposo, reposado en la resistencia. Estable entre las inclemencias, clemente y compasivo ante el odio o el sufrimiento, como una llama de cobijo o un súbito frescor de ternura, acompasando silencios y palabras, cumbres y abismos más allá del vértigo o del azar sin respuesta. Ni tiempo, ni espacio, ni movimiento… No hay condición alguna para el ser que mueve libre las alas en su perfecto instante de vida. En la cumbre del ser y la conciencia que le atestigua, todo ya está hecho. La luz de la verdad no declina, y el alma del viento conoce por siempre el canto de su dicha naciente. He ahí la naturaleza. He ahí el ser no condici

El ahora

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E l presente es una nube que pasa. Así lo experimentó Buda, así podemos experimentarlo nosotros cuando meditamos, es decir, cuando vivimos completamente en el ahora. Tal vez –en ocasiones- la realidad se entrecruce con los sueños y el pensamiento desatienda la atención que la vida notifica. Pero siempre hay momento en que uno puede darse cuenta de ello, dejando de alimentar esa estancia paralela de los pensamientos inacabables, que consumen nuestra energía y nos separan de la conexión con la vivencia exacta de los objetos de la experiencia. Siempre hay un momento que representa un comienzo: el principio de la consciencia plena. Sin que el ego obstruya la experiencia, donde el yo realmente pueda sentirse unido con lo que es, dejando ya de lado la identificación con lo que quisiera ser o con lo que deseara que aconteciese a su ser. Entonces –cuando el ser es vivido en la simultaneidad de su ahora- se halla la plenitud, el equilibrio, la realización completa, esto es, a la que no le falt

De la esencia de Dios (o del Amor)

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E ncontramos en la historia humana un lugar común que habitualmente llamamos búsqueda del sentido del ser . Llámese religión, filosofía, poesía o cualquier otra expresión que sustente esta motivación existencial: el fondo siempre es el mismo. Ahí el buscador habla la lengua que apremia la búsqueda, el sonido interior que reclama albergar voz de sentido a su torbellino de incertidumbre. Las palabras, que siguen el curso vital del alma que las pronuncia, aprenden la realidad con la mirada puesta en hilvanar el significado de su camino. En el comienzo del Svetasvatara Upanisad (1.1) la pregunta resulta solemne e inspiradora: “¿Es el brahman [Dios] la causa? ¿De qué hemos sido engendrados, por quién vivimos y en qué nos sustentamos?”. Una pregunta que sin duda requiere de respiración tranquila, de motivación sincera y de una conciencia abierta al ser que recibe las impresiones del aliento espiritual que desborda su comprensión racional al tratar de responderla. Una emoción ase

La luz del silencio

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H ay instantes en los que el silencio se instala en nosotros –o bien nos instalamos nosotros en él- y todo se aquieta y fluye en ese reposo completo cuya palpitación se iguala con la presencia interior; y también con lo que afuera acontece. En un profundo descanso atento se hace idóneo adentrarnos en los silencios ocultos que sacan su luz pacificadora, mostrando a la mente el infinito latente de su maravilla. Sólo es necesaria la intención para encontrar ese gran cofre de sorpresas que la calma interior nos regala. Con sólo querer oír el silencio, éste se nos pone en frente de la percepción y nos enseña la grandeza de su misterio primordial. Nos despierta y aviva haciendo grande lo debilitado, y fuerte lo pequeño. “Cuando los pensamientos se disipan, el ser brilla por sí mismo”, declaró Ramana Maharshi, sabedor de esa altura vibrante e insondable que es habitar el Todo en ninguna parte, morando en la cavidad estática del alma conectada a su fuente divina, siendo en el no ser para ser

En busca del conocimiento

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L a conciencia libre eventualmente asume ciertos desafíos. Me refiero al conocimiento de lo nuevo, al momento en que todas las concepciones anteriores, esas verdades asentadas pasan a trasformarse, enriquecerse, integrarse con otras ideas que se instalan en la visión interior de las cosas. Aceptar lo que consideramos nos conviene, en beneficio nuestro y como herramienta para trabajar en el beneficio de los demás, es una virtud del criterio que también suele llamarse apertura, sabiduría o discernimiento. Comienza diciendo Aristóteles en su Metafísica que “ todos los hombres se empeñan por naturaleza en conocer”. Y en ello estamos durante este camino de la vida. Conociendo lo que somos, lo que no somos, la verdad que palpita tras las apariencias. Observamos, desciframos, intuimos, valoramos, entendemos. Multitud de procesos se dan en la conciencia que vive la pulsión de su ritmo dinámico. Y solamente de nosotros depende tomar o no el fruto, más allá de la tentación, sino en el terri

La fuente del ser

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H ay una vivencia del yo que implica saberse consciencia, que trasciende lo ordinario. En la búsqueda de uno mismo, en ese camino necesario en la vida basado en la experiencia vital, en una comprensión de la misma, en un aprendizaje que reclama tenerse en cuenta, hay un eco del ser que nos guía la experiencia de búsqueda. Así, puesta la atención en nosotros, con la motivación encendida, enfocada en el ser que se nos muestra cada vez más tangible y directo, comenzamos a observar lo que nuestros ojos, antes, eran incapaces de ver. La visión extiende su alcance, el paisaje se enriquece de matices y elementos antes no percibidos, el camino se torna fructuosamente transitable, la perspectiva que averiguamos llama al caminante, le invita al viaje y lo llena en su transcurso con la vivencia plena del descubrimiento. Una vivencia nueva, donde el instante renueva lo vivido, como un soplo de aire fresco, subraya la libertad que solicita el alma para expresar su verdad. Todo momento puede ser a

Reencuentro de la luz

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La luz se abría cálida en los costados del alma, subió como ráfagas entre sueños de vida, clara y segura de sí misma, culminando verdades y caminos, recobrada como una esperanza no huída, no abatida. Es la luz siempre amada, poblando dicha en tierra calma o anunciando renovado indicio de etéreas bienvenidas. Es así la luz soñada como aire ineludible, como senda que cruzar disuelto en el no tiempo, nuevamente hallado.

Amor universal

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V ivir integrado en la unidad significa no hallar diferencia alguna entre lo tuyo o lo mío, verlo todo en el mismo plano, fundidos con todo lo que suceda, formando parte de la cosa en sí, sea cual sea el foco observado. Hay observación real en el instante único que vive unificado en la conciencia eterna. La experiencia de lo místico, de esta unión con el Todo, puede ser sentida, acaso simbolizada. Puede no hablarse de ella, incluso conociéndola, porque por mucho que digamos de ella siempre será poco. En este aspecto, la frase de Wittgenstein que nos invita a callar ante lo que no se puede hablar es muy sabia. Pero al menos, se puede corroborar, como tantos místicos han hecho, su existencia, a través de su mirada de paz y amor, de sus silencios, de su suave hablar vacío de ego y profundamente generoso. La ofrenda de amor hacia el otro supone entregar una verdad mística, llena de belleza, de realidad con sentido. Ser todo amor, renacer siempre en esa conciencia. Darlo todo por el sólo

La certeza

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L iberador es cuando comprendemos que todo lo que nos ocurre tiene un sentido, que no responde a una fútil casualidad sino a un desencadenamiento de procesos substanciales para la formación de nuestro ser. Todo lo que sucede es necesario vivirlo, por dura que a veces parezca esta afirmación, ayuda, en última instancia, el llevarla consigo. Ante la adversidad o ante el viento propicio una firme certeza, no dependiente de nada y en sí misma asentada, pronostica un destino floreciente. Estar ya es ser. La certeza de que todo tiene un sentido es ya dar sentido a todo. La razón no puede abarcar eso, pero sí la intuición, que tiene su propia cognición silenciosa cargada de destellos, de verdades que rozan el corazón con soplos únicos de entendimiento instantáneo. Saber solamente, sin más instrumentos que esa certeza íntima que penetra al ser de su infinitud, es ya una realización elevada de unidad con la vida. El camino prosigue. Y el misterio de la vida se convierte así en néctar que desv

La iluminación

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La conciencia es el alma. En los Shiva Sutras podemos obtener la realidad manifiesta de la naturaleza de Shiva, la divinidad. De nosotros mismos y de todo cuanto hay. Meditar en ello significa estar iluminado. Meditar es entrar en la iluminación y cuando el estado de meditación es constante la iluminación lo es. Estar liberado en vida (jivan mukta) llena al alma de gozo y deleite (abhoga). Es el estado más puro del alma y una vez instalada ahí los conocidos estados ordinarios (vigilia, sueño, sueño profundo) quedan bañados de esta agua límpida de conocimiento. No es difícil. Solamente hace falta sensibilidad (apertura) para acceder a la belleza. El conocimiento supremo es la verdad última y primera. Así nos integramos en la conciencia de Shiva. En los Shiva Sutras (I, 5) leemos: “Udyamo bhairavah”. Lo que significa que un destello o elevación repentina se produce cuando el Ser supremo nos envuelve. A partir de aquí ya todo puede ser elevación y destello sagrado. “Todos los fenómenos

Sueño del alma amada

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Sueño es, alma mía, el sentirte tan cerca como te siento, levantarme del abismo en la melodía de tu soplo susurrándome, comprender que no hay sueño más real que la venida de ti, el milagro siempre nuevo, la sorpresa que renace entre esplendores y pausados silencios enamorados. Sueño es, alma tuya, tenerte tan cerca, tan dentro que no hay espacios que me falten. Completo como un cielo que amanece y toca el día con su soplo de luz vibrante. Completo como el sol que no le falta nada y nunca se apaga ni se turba. Completo en ti, honda contemplación de lo divino, aurora del último sueño en que despierto definitivo y siempre renovado, bañado de tu luz pura, encumbrado de tu hálito, alma mía, que todo lo puedes y nada te falta. Ya la medianoche nos llega y todo es perfecto.

Supraconsciencia

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Todavía más allá de todo está el Todo, infinito e inabordable, fuente de aquello posible e imposible, mundo que nace a cada instante colmando de posibilidades al ser. En la contingencia gozosa, nada tiene su opuesto, no hay elección que nos limite ni lleve la atención al conflicto. Cuando ponemos la mente en dirección a la fuente primordial, al Todo que concilia en su calma y refulge en su acontecer de vida plena, la continuidad se concentra en un eterno presente. Comienza diciéndonos el Atma Puya Upanishad: “Meditación es la constante contemplación de Eso”. Esa contemplación no se puede nombrar, porque quedaría limitada. La verdad plena es dicha sin segundo, reconocimiento de todo lo que es e intuición de esa grandeza inabordable que baña de cognición lo infinito. Verdad sagrada que sobreviene de todo nacimiento, de cada respiración, de cada aliento de conciencia. Apuntó Sri Aurobindo que “la conciencia del Purushottama [ el más alto espíritu] es la conciencia del Ser Supremo y el

La felicidad es libertad

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T oda persona quiere liberarse del sufrimiento, lo que también se llama alcanzar la felicidad. En el deseo la visión de esa verdad se turbia con la ilusión de un futurible que atisbamos como aquello que nos aliviaría de esa carencia vital que parece poseer nuestro presente y nos proyecta hacia una especie de paraíso perdido que nos completase. Sin embargo, todo lo que anhelamos puede obtenerse en el presente, cuando, aunque parezca paradójico, dejamos de anhelar. Pero, no hay nada más lógico que eso. Porque el anhelo más puro del ser es aquel que no tiene proyección alguna en tiempo y espacio. Su anhelo es su ser y su ser está consigo, siempre presente, acompañándole. Desear es olvidarse a uno mismo. Amar es recordarse, hallar al ser en sincronía con el mundo. Desear y amar son, ineludiblemente, antagónicos. Epicuro dijo: “Si quieres hacer feliz a alguien, no incrementes sus riquezas, reduce sus deseos”. Ese es el gran principio de la sabiduría. El único motor que puede incrementar l

El yo libre de identificaciones

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A menudo el “yo” vive en una continua percepción ilusoria de sí mismo. Allí donde hay identificación, hay ilusión. El mundo de los sentidos, de la memoria, del cuerpo que hace y deshace, fija una biografía no real de lo que somos y de lo que no somos. La limitación está presente en toda identificación. Ese principio del ego que en sánscrito se denomina “ahamkara”, literalmente significa “yo hago”. El “yo” toma la conciencia de hacedor de su obra vital, de su biografía. Todo ello puede producir cierta ansiedad, presión existencial, al pretender que cada acto nuestro nos refleje tal y como queremos que sea. “Nada hago por mí mismo”, leemos en la Bhagavad Gita. “Éste es el mundo de los sentidos que juegan con los sentidos”. Maya, el velo de la verdad, la gran ilusión, siembra una sombra entre la realidad y quien la contempla. Para el sabio no hay separación. Lo visto, me guste o no, es lo que soy. Cualquier pensamiento, cualquier sabor, sentido, percepción, opinión, forma, surge de m

El mundo y yo somos uno

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La verdad es cierta en este instante en que todo se hace uno. El mundo y yo nos mezclamos como dos gotas de agua en el océano de la existencia. Nada hay que esté fuera del pulso de la vida, y recorro sobre su ritmo estaciones de silencio sonoro que me hacen comprender y conocer la voz secreta que graba la conciencia en los instantes de la contemplación ecuánime, vacía, no enturbiada por nada, segundo a segundo liberándose, haciéndose por momentos más clara y simple. Todo es simultáneo y agradablemente sencillo. El despertar nunca quedó lejos. Abro los ojos y despierto a la vida, como a una suave canción con la que fluyo sin temor, guiado por la armonía y los compases de su perfección desvelada que envuelve en su continuidad y nos va transformando con su rotunda diversidad de acordes y enigmas del sonido, cobrando dentro de mí la exacta proporción de su maravilla. No hay esfuerzo en la comprensión. El río está calmado. Nada hay que me impida bañarme en él. Y vivir esa experiencia con la

El milagro de existir

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Existe la certidumbre de la vida oscilante, el nunca regresar al mismo sitio y el ver los años pasar por diversos mundos paralelos que se integran en la única vivencia real que podemos poseer: el ahora. Pero también esta posesión constante se trueca en ilusoria al escaparse como la arena entre las manos, dejándonos entre la duda y en la espera de una nueva verdad tangible que llevarse a la experiencia. Todo vuelve al silencio del olvido: las estructuras, los modos y reglas, hábitos y pasiones instaladas, melancolías y sueños de futuro: todo varía, se transforma imperceptiblemente hasta que un día descubrimos que transitamos territorios diferentes, imágenes que volver a poblar de interpretaciones y nuevas sabidurías aceptadas como actuales premisas para configurar un rumbo certero hacia lo que esté por venir. Así va pasando el tiempo, hasta que el silencio rimado con la presencia atenta del proceso de existir, sentir, pensar o percibir se vuelven uno con el ser que habita todos los fen

La experiencia del Ser en la meditación

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En la meditación hay una comprensión muy espontánea a la hora de progresar hacia el espacio de la no-mente. Lo primero, es que se disuelve la concepción misma del espacio como limitación de la consciencia. La mente divide y la no-mente multiplica hasta que se abraza la esencia misma de la multiplicidad, esto es, la infinitud. Es por esto que resulta inadecuado hablar, definir, en este ámbito de libertad absoluta. Llamarlo experiencia ya es limitar su contenido, pues toda experiencia requiere unos instrumentos perceptores, que en el cuerpo físico, están limitados a los sentidos, y en el cuerpo mental a los pensamientos. Nosotros percibimos el pensar y nos identificamos con este, pero, ¿acaso conocemos la razón exacta que motiva un tipo de pensar y no otro? Al mirar desde la consciencia, todo proceso tiene su llegar y su partida, sin que obstruya la percepción no motivada del hecho fenoménico. Franklin Merrell-Wolff prefiere llamar a la experiencia del despertar o del nirvana: “Reconoc

La experiencia del amor

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No tiene nada de raro lo que digo: el no ser nada y serlo todo a un tiempo. Robert Adams Ser todo y ser nada al mismo tiempo, así es la experiencia real del amor. En la entrega al todo experimentamos el surgimiento del vacío del ego, que trasciende lo ordinario mostrándose directamente al corazón, a través de un rayo de dicha resplandeciente. Somos nada en la entrega, somos todo al recibir la luz de la sincera apertura. Gratitud, felicidad consciente, al participar de ese amor que todo lo impregna donde no hay átomo que quede fuera de tal experiencia de humilde dicha. Todo está completo, no se puede pedir más, porque la vida está siendo vida, y el corazón late al ritmo de la verdad que proyecta. En el amor no hay petición sino constante ofrenda. No hay condición sino confianza sincera. Hay unión total, sin diferencias. Hay realidad realizada en comunión, sin apariencias. Hay la vivencia del ser en un lance hacia la pura comprensión de que ya no queda nada más por pedir, pu

Pensar en no pensar

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Aquello que la conciencia conoce la mente no puede descifrarlo, a pesar de los símbolos, los mundos del discurso y paradigmas del lenguaje -con los que el pensamiento juega- resulta quimérico nombrar claramente las palabras del espíritu, las letras del aire. La mente es energía constante y cambiante, espejo de la realidad y rostro de la misma. Cuando conseguimos desapegarnos de la mente, verla desde afuera, sin implicarnos y sin que nos implique, llega un acercamiento directo al pensar silencioso, una curiosa paradoja que deja de serlo cuando la voluntad se torna en conjunción de presencia y acto. En la presenciada presencia de nuestra conciencia de estar (voluntad) el acto va encaminado a ser siempre reflejo de la identidad de su ser. Y es en el silencio donde el ser, libre de ilusiones, se conoce a sí mismo; porque está frente a sí mismo, frente al ritmo y la armonía de su potencia originaria, la fuente de su energía naciente y no nacida: su conciencia. Leemos en la Bhagavad Gita: “

La conciencia, luz de todas las cosas

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El tiempo lo toca casi todo, el cuerpo que conocemos hoy está cambiando continuamente, muriendo y naciendo a cada instante. La conciencia es lo que nunca nace ni muere, es aquello que no depende de nada y que sin embargo está en todo. No conviene confundir conciencia con mente y pensamiento, pues estaríamos habitando el territorio del lenguaje, de las diferenciaciones. Hablamos de una conciencia más allá (supraconciencia), ni grosera ni sutil, no hay conceptualización alguna que la abarque, llamémosla únicamente Eso. Escribió el poeta Garcilaso de la Vega, concluyendo uno de sus más bellos sonetos: “Todo lo mudará la edad ligera / por no hacer mudanza en su costumbre”. Pues ya su costumbre es la mudanza, el tiempo, como dijimos al principio, que nos lleva de la infancia a la juventud, a la madurez, a experiencias de nosotros, en definitiva, que en ocasiones, aparentemente, nos muestran que aquello que fuimos dista radicalmente con aquello que somos ahora, al atravesarnos esa “edad li

Manantial de conciencia

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En tu espacio, maestro verdadero que arropa mi destino sin segundo, encuentro resguardo auspicioso para un vivir directo al compás de la verdad. En ti me refugio, asiento mi viveza, entrego mis causas y efectos. Todo uno me doy a la fuente que quita la sed y otorga sus aguas por siempre a la totalidad. Manantial de conciencia, sea tu luz mi única morada.

Vivir el ahora

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Viviendo el momento presente -de forma completa, en plena atención- se logra comprender la eternidad. Cuando sólo hay lo que existe en este momento, nuestra acción se convierte en un no-hacer, en un dejarse llevar, en espontaneidad absoluta. Nos dice el Tao Te King: “Pocas cosas bajo el cielo son tan instructivas como las lecciones del Silencio y tan beneficiosas como los frutos del No-Hacer”. El Tao es el movimiento mismo de las cosas, poniendo la conciencia ahí, sin tratar de mover nada a nuestra manera forzada; y sólo de esta manera es posible fluir con la vida: en la danza espontánea que deviene del instante presenciado en el momento en que sucede, pues no hay otra presencia que el presente. El recuerdo es el camino que toma el olvido una vez que se desvanece el presente culminando su ruta hacia ninguna parte. El recuerdo también es un acto presente que se pone ante nuestros ojos para tomar conciencia de que nada permanece, dejando su huella ser difuminada por el viento del olvid

El conocimiento directo del Ser

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Ya no queda nada por conocer, nada que conseguir mañana. En este mismo momento la libertad está a tu alcance, la conciencia está en ti y puedes descansar en ella, en la infinitud simultánea de la no discriminación, de la no dualidad. Cuando el pensamiento se aquieta surge el verdadero conocimiento, se accede a un grado superior de experiencia directa del conocimiento (vijnana) en el que todo es comprendido a través del contacto con lo real, con lo que es. En el Yoga Vasishtha leemos: “Aquél que comprende que todo el universo no es realmente sino conciencia y permanece calmado, es protegido por la armadura de Brahman; es feliz”. Esta profunda comprensión no se expresa en palabras, su expresión es el cambio mismo de la conciencia, la revolución del ser traspasado por su experiencia directa con la identidad que verdaderamente le expresa. No se trata de negar la realidad ordinaria, tampoco de aceptarla, no es necesaria ninguna actitud, ninguna elección, solamente se trata de ser, de fund

Atman

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El silencio me habla de lo eterno, desvela el no ser entre palabras de aire y su luz me nombra, en la armonía callada del viento, suavizando, anudando la comprensión total de lo incomprensible. Y despierto al misterio y abrazo su conocimiento inabordable, y en ese no saber, en esa nube sin término, descubro que ya nada me queda por conquistar porque soy yo el conquistado, en este rapto de silencio. Porque soy el alma que su reino alumbra sin recelo, entregada, imbuida, en este sueño claro que va a dar a la Conciencia.

La concentración de la mente

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La mente acostumbra a vagar en sus pensamientos, generando actividad, movimiento. Una fuerza, un impulso, quizá llegado del karma, mueve la mente avivando una trayectoria que, como al pedalear un rato la bicicleta y después soltar los pedales, sigue su curso por sí sola. Entonces, si además el trayecto se torna cuesta abajo, el pensamiento, como la bicicleta, se nos vuelve ingobernable, el impacto del freno repentino podría ser desastroso. La mente genera y genera nuevos impulsos, dialoga con ellos, se involucra constantemente en esos monólogos interiores que sacuden la quietud mental, quietud ausente en ese nivel, pero presente en lo más profundo (lo subyacente). El pensamiento es regenerador. Un solo pensar sobra para poner en marcha todo el engranaje del movimiento mental, un nuevo impulso y la velocidad aumenta, el discurso se recobra. Entonces, ¿qué hacemos para instalarnos en la quietud sin conflictos de este tipo? El silencio mental, estable, supone un trabajo excepcional,

ENTRADAS AL AZAR